Coleccionistas por naturaleza


¿Quién no ha coleccionado algo alguna vez? Hasta hay gente que colecciona objetos como si le fuera la vida en ello. ¿Por qué nos gusta tanto juntar cosas? Por una razón simple: nuestros cerebros están diseñados para buscar.


Coleccionista

El hombre y nuestros antepasados, los primates, hemos estado millones de años buscando y encontrando para sobrevivir. Una sensación momentánea de liberación nos embarga cuando encontramos lo que necesitamos, pero esa sensación pasa pronto, por lo que hay que ir de nuevo a la búsqueda. Es la dopamina la que brinda este placer al concretar una necesidad, pero este químico cerebral se metaboliza rápidamente, por lo que es necesario reiniciar el ciclo para mantener la estimulación de una nueva sensación.


La alegría de la dopamina ha motivado al ser humano a satisfacer sus necesidades de supervivencia durante millones de años.

Hoy en día, no necesitamos buscar comida como lo hacían nuestros antepasados lejanos, pero nuestros cerebros siguen buscando aquella sensación de satisfacción. Así que tratamos de encontrarla de otras maneras: viajes, compras, cine, videojuegos, Internet, fiestas, etc. etc.
Otra de estas maneras es coleccionar, que es un método muy difundido para buscar y encontrar placer, pensar en agregar una pieza nueva a una colección es una forma agradable de sentirse bien. Pero por desgracia, la alegría de encontrar lo que se busca no dura mucho tiempo, como veremos a continuación.


Espinacas y uvas

En una investigación de hace algunos años, los cerebros de unos monos fueron analizados en un laboratorio con imágenes por resonancia magnética. El estudio consistía en entrenar a los primates para hacer una tarea y darles una hoja de espinaca como recompensa. Después de unos días, los investigadores reemplazaron las espinacas por uvas, en comparación con las espinacas, las uvas dulces son una mejor recompensa y como resultado la dopamina de los monos se disparó. Sus cerebros seguramente dedujeron que esta recompensa era mucho mejor.
Pero a los pocos días, los picos de dopamina ya no se producían en respuesta a las uvas, la razón es porque el cerebro guarda la dopamina a la espera de recompensas nuevas.

¿Qué ocurrió al final? Los autores del estudio decidieron regresar al inicio y cuando los investigadores volvieron a las hojas de espinaca como recompensa en lugar de las uvas, los monos se enfurecieron. La pérdida de las uvas les cayó muy mal, a pesar de que en los últimos días que recibieron uvas, no había ningún efecto de júbilo en sus cerebros.


Estrategias de supervivencia

Este experimento de uvas y espinacas nos deja una enseñanza que, en realidad, todos la hemos vivido: las cosas nuevas ya no nos hacen felices después de un tiempo, pero nos pueden hacer muy infelices cuando las perdemos.
Esta peculiaridad del cerebro tiene su origen en estrategias de supervivencia desarrolladas hace millones de años.

Imagina por un momento que en vez de haber nacido en esta época, hubieses vivido en los tiempos en que el hombre se dedicaba a cazar y recolectar frutos para poder vivir, imagina ahora que vas caminando buscando comida y llegas por casualidad a un estanque lleno de peces, tu dopamina se eleva y te sientes muy bien. Corres a decirle a tu tribu de este hallazgo, para volver al estanque la dopamina te ayudará a reconocer el camino ya que la misma está asociada a experiencias gratificantes, actuando como neurotransmisor y conectando entre si a las neuronas. Tú y tu tribu estarán muy emocionados por unos días, pero pasado un tiempo la dopamina, al igual que en los monos, tiende a estabilizarse. Así que saldrás a la búsqueda de nuevo y cuando encuentras un árbol con una exquisita fruta dulce, la dopamina vuelve a dispararse, te sientes bien y el ciclo vuelve a repetirse.


Desde hace millones de años, nuestros cerebros están diseñados para buscar, encontrar y volver a buscar... y así en un bucle infinito al menos hasta bien entrada la edad adulta, que es cuando los niveles de dopamina comienzan a descender significativamente.

Estamos programados para emocionarnos con lo nuevo, nuestros cerebro invierten esfuerzo en esa búsqueda porque la emoción comienza a fluir con anticipación. Sería agradable tener esa sensación todo el tiempo, pero la dopamina no está destinada a estar continuamente al máximo nivel en nuestro cerebro, porque justamente, tiene el propósito de impulsar la búsqueda constante.

Coleccionar es parte de ese bucle cerebral ancestral de búsqueda, hallazgo y búsqueda nuevamente, por lo tanto, es una especie de "entorno artificial" para conseguir dopamina, una y otra vez.