Comportamientos, rasgos y genes


El debate de si determinados rasgos como la inteligencia y la personalidad son innatos o aprendidos lo podemos ver desde la época de los antiguos filósofos griegos.


Comportamientos, rasgos y genes

Por ejemplo, Platón creía que el conocimiento ya estaba dentro del cuerpo y que sólo se tenía que mirar en nuestro interior para encontrarlo. Aristóteles, en cambio, pensaba que nacemos como hojas en blanco y la experiencia va haciendo su trabajo.

Con el desarrollo del campo de la genética hubo un renovado interés en la naturaleza humana. Por ejemplo, el lingüista Noam Chomsky fue capaz de demostrar que la teoría de Aristóteles no podía funcionar para el lenguaje. Es decir, no aprendemos a hablar de la nada, sino que utilizamos un sistema innato.

Chomsky propuso que ya estamos equipados con ciertos conocimientos para la lengua, lo que llamó 'gramática universal'. Y que sólo hacía falta la exposición a cualquier idioma para desarrollarla.
Por ejemplo, se denomina al gen FOXP2 "el gen del lenguaje", en base a investigaciones de una familia numerosa con trastornos en el habla.

De acuerdo con esta teoría, una mutación del gen FOXP2, hace unos 50 mil años, transformó a los cerebros humanos en los motores del procesamiento de la sintaxis, después de lo cual y pasadas algunas generaciones, el lenguaje surgió.

De esta forma, se empieza a reconocer que hay otros mecanismos suficientemente poderosos que vinculan a los genes con determinados rasgos del ser humano.


Las tres leyes del comportamiento genético

En la actualidad existe abundante evidencia de estudios genéticos entre hermanos, gemelos, hijos adoptados y otras relaciones familiares, que nos permiten afirmar la existencia de tres leyes de conducta genética:

1.) Todos los rasgos de comportamiento humano se ven afectados por la variación genética. Los niños se parecen a sus padres en la inteligencia, personalidad, susceptibilidad a distintos trastornos psicológicos, y así sucesivamente.

2.) El ambiente del hogar no tiene tanto efecto como los genes. Esto quiere decir que, por ejemplo, niños adoptados se parecen más a sus padres biológicos que a los adoptivos en algunas pautas psicológicas.

3.) Una cantidad considerable de variaciones en patrones de comportamientos no se pueden explicar ya sea, sólo por genes o sólo por el entorno. En estos casos, seguramente existan complejas interacciones entre los genes y el medio ambiente.

En una reciente edición de la revista 'Psychological Science' un equipo de investigadores propuso una "cuarta ley de comportamiento genético":

4.) Cualquier rasgo de comportamiento se asocia con muchos genes diferentes, es decir, no hay un gen que haga todo el trabajo, sino más bien, muchos genes hacen pequeños aportes.

Estas cuatro leyes nos vienen a decir que la diversidad de comportamientos y procesos mentales (personalidad, inteligencia, lenguaje, por nombrar algunos) ha sido construida gradualmente a medida que el genoma humano se fue ajustando, durante muchas generaciones.



Comportamientos poco inteligentes


Según un nuevo estudio de la revista "Intelligence", básicamente existen tres grandes categorías de comportamientos que se pueden considerar poco inteligentes o tontos.


Comportamientos poco inteligentes

Cuando pensamos acerca de comportamientos tontos, una de las primeras cosas que se nos vienen a la mente es abstenernos de llevar a cabo tareas riesgosas para las que carecemos de conocimientos o habilidades adecuadas.

Para estudiar estas cuestiones empíricamente, se analizaron ejemplos de la vida real.
Un grupo expertos en comportamiento social de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y de la Universidad de Psicología Elte (Hungría) recopilaron historias de noticias a través de Internet que contenían reseñas de comportamientos en las cuales alguna persona no tuvo una actuación muy inteligente que digamos, más bien un comportamiento digno de un tonto con mayúsculas. Los medios elegidos fueron desde el New York Times o la BBC hasta sitios de chismes como TMZ, entre otros. También solicitaron a un grupo de 30 estudiantes universitarios que relataran algún incidente que hubiesen presenciado u oído, en el cual una persona haya actuado estúpidamente.
Al final, los investigadores terminaron reuniendo más de 180 historias.

Dichas historias fueron resumidas en, más o menos, dos o tres frases largas cada una, haciendo una descripción lo más exacta posible de los hechos.
Posteriormente, las historias fueron mostradas a 154 estudiantes de psicología, los cuales debían calificar la magnitud de la estupidez cometida y también calificar sobre 30 factores potenciales (tales como exceso de confianza, motivos, emociones, etc.) como culpables principales del hecho.

Después de analizar los resultados, los investigadores dedujeron que hay tres categorías principales en que las personas consideran que una acción determinada es una estupidez o una tontería:

1.) Confianza ignorante: es cuando las personas se involucran en acciones de riesgo para las que carecen de habilidades o conocimientos previos. La mezcla de ignorancia y confianza parece ser la que más capta nuestra atención, ya que estas acciones fueron las que recibieron las calificaciones más altas por parte de los estudiantes. En esta categoría la historia que obtuvo más votos fue la de un ladrón que pensaba que estaba robando un teléfono móvil, cuando en realidad estaba robando un dispositivo de localización por GPS, lo que permitió a la policía dar rápidamente con el desdichado maleante.

2.) Falta de control: ocurre cuando una persona pierde el dominio de si misma, generalmente como resultado de un comportamiento obsesivo o adictivo. Esta categoría fue la segunda en puntaje y la historia mejor calificada fue la de un individuo que canceló una importante entrevista laboral porque no podía parar de jugar a un videojuego.

3.) Distracción - falta de práctica: se refiere a casos en los que una persona no concluye de buena manera una tarea práctica, ya sea por distracción o falta de habilidad para dicho trabajo. La historia más votada de esta categoría se refiere a un individuo que voló tres metros por inflar demasiado un neumático y este estallara. En términos de calificaciones, los estudiantes fueron más compasivos con este tipo de actos.

Las acciones tontas no sólo son una conducta cotidiana frecuente, sino que también son un espejo para las expectativas racionales de comportamiento en que las personas ajustan sus propias pautas de conducta y que también esperan de los demás.

Como era de suponer, los estudiantes calificaron los hechos como "más estúpidos" cuando las consecuencias fueron más graves y, sobretodo, cuando el autor se encontraba en una posición de mayor responsabilidad. Este último punto está en concordancia en por qué los expertos y personas en posiciones de liderazgo reciben mayores descalificativos cuando cometen una acción poco inteligente.


Referencia: http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0160289615001233



La ilusión de Cornsweet o cómo el idioma da forma al entorno


Al mirar a nuestro alrededor vemos un mundo lleno de objetos y eventos, al añadir a esta mezcla colores, olores, sonidos, sabores o sensaciones, pensamos que estamos experimentado el mundo tal como es. Pero no, lo que estamos experimentando es una realidad virtual construida dentro de nuestros cerebros.


ilusión de Cornsweet

La luz entra en nuestros ojos, el sonido llega a nuestros oídos y el cerebro crea una experiencia consciente de lo que, más o menos, es la realidad. Pero nuestro cerebro no es sólo un receptor de datos, sino que está haciendo constantemente predicciones sobre la información que recibe. De hecho, hace caso omiso a mucha de la información que recibe de los sentidos, especialmente en situaciones en que no coincide con la información almacenada.

Un ejemplo de ello es la ilusión Cornsweet (imágen). El cuadrado superior de la imagen parece ser más oscuro que el inferior. Pero si usted coloca el dedo entre medio de los dos cuadrados, puede verificar que, en realidad, son del mismo color.

Ahora que sabe que los dos cuadrados son del mismo color, usted podría creer que la aparente diferencia desaparecería cuando se quita el dedo, pero no. El cerebro obstinadamente vuelve a la interpretación original ¿Por qué ocurre esto?
La razón es porque toda su vida el cerebro ha estado lidiando con patrones de iluminación y sombreado. Si ambos cuadrados son del mismo color, entonces el cuadrado superior parece ser más oscuro porque está en la zona de más luz. Del mismo modo, el inferior debería ser más claro, ya que está en la sombra.
Esta es la manera en que el cerebro lee, es decir, nos muestra lo que especula que debe ser, no lo que le realmente es.

La mayoría de las ilusiones visuales que se encuentran en internet, se pueden explicar en términos de percepción "de arriba hacia abajo" (procesos que están guiados por nuestras creencias y conocimientos) en que el cerebro experimenta el mundo como espera que sea. En cambio en la percepción "de abajo hacia arriba" (procesos guiados por información sensitiva proveniente del entorno físico) el cerebro representa la información sensorial más fielmente.

La ciencia sabe acerca de estos procesos desde hace más de cien años. Pero este tipo de percepción no se limita sólo a procesamientos como el de la iluminación y el sombreado. En realidad, son métodos por defecto que tiene el cerebro para relacionarse con el mundo.

Imagínese caminando por su casa en la oscuridad, lo puede hacer porque su experiencia le ayudará, ya que el cerebro está seguro de sus expectativas. En cambio, cuando ocurre lo contrario, por ejemplo, cuando conduce por un lugar desconocido, en este caso dependerá mucho más de la percepción de "abajo hacia arriba".

Este juego entre percepción y predicción influye en todo tipo de experiencias cotidianas y también desarrolla un papel importante en nuestras relaciones interpersonales. Estamos constantemente haciendo predicciones sobre lo que otras personas digan o hagan, sólo que ni siquiera lo notamos, a no ser que alguien se comporte contrario a nuestras expectativas y nos llame la atención.


Percepción y lenguaje

En el caso del lenguaje, el idioma que hablamos también crea expectativas que influyen en nuestra percepción del mundo en general. Esto se debe a que no nos limitamos a utilizar el lenguaje para comunicarnos con los demás, lo usamos también para pensar acerca de nosotros mismos.
Desde principios del siglo XX, la ciencia debate si la lengua que hablamos puede influir en la forma que percibimos el mundo. Por ejemplo, diferentes idiomas dividen el espectro de colores de forma algo desigual. Para lo que un hispanohablante es celeste para un angloparlante puede ser azul. Otro caso son los japoneses, que perciben algunos tonos de verde como azul.
Muchos científicos toman esto como evidencia de que los diferentes idiomas influyen de forma distinta en los procesos perceptivos que hemos estado hablando anteriormente.

Mientras vemos a la percepción principalmente como un proceso de "abajo hacia arriba" (por la información mayoritaria que fluye de ojos y oídos hacia el cerebro). En el caso del lenguaje es difícil imaginar de qué manera podría ejercer dicha influencia.
Cada idioma moldea el mundo un poco diferente. Por tanto, cada lengua da a sus hablantes una particular visión del mundo que le rodea, que no va a ser exactamente la misma para quienes hablan otro idioma. Esto se puede observar claramente cuando aprendemos otro idioma o cultura, nuestra visión del mundo cambia también, incluso nuestra personalidad puede cambiar.
Esto quiere decir que, en cierto modo, vemos el mundo de acuerdo con el marco que nuestra lengua nos impone.



La ciencia de regalar


Comenzando por el 'Black Friday' y el 'Cyber Monday' hasta la llegada de los Reyes Magos, sin dudas que esta es la época del año que más obsequios se hacen.


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Obviamente, también es la parte del año en la que más opciones y ofertas de comprar regalos se nos presentan. Por tanto, es un momento al que a mucha gente le surgen algunos interrogantes. ¿Cómo es que decidimos a quién y qué regalar, y a quién no?
Algunas investigaciones recientes han estudiado determinados factores, unos más evidentes que otros, sobre las decisiones a la hora de hacer un obsequio. Veamos tres de estos estudios.


1.) Regalos y destinatarios

Sin dudas que los obsequios reflejan la relación entre quien regala y quien recibe el obsequio. Una investigación realizada en Noruega, en época de Navidades, con un grupo de 90 individuos de entre 18 y 40 años de ambos sexos, evidenció esta tendencia. Los resultados revelaron que los participantes invirtieron más en regalos cuando el grado de parentesco era más cercano.
Casi todas las personas de la muestra hicieron regalos a sus padres, hermanos e hijos, un buen número también lo hizo con sus abuelos. Pero solo un 28% realizó obsequios a tíos y tías genéticamente relacionados, y menos aún a tíos y tías sin relación genética, en este caso fue el 16%. El 20% hizo regalos a sus primos hermanos y ninguno a sus primos segundos.
Los investigadores manifiestan que este comportamiento reafirma la teoría de selección de parentesco, que sostiene que los familiares y parientes de sangre, en caso de necesidad, son más propensos a ayudar, en comparación con aquellos parientes con los cuales no se comparten perfiles genéticos.
Sin embargo, hubo una excepción, las parejas superaron a todos los destinatarios de regalos. Los autores afirman que esto era de esperar, ya que todos los participantes estaban en sus años reproductivos.


2.) Hijos primogénitos gastan más

El hijo mayor, en promedio, gasta más dinero en regalos para sus padres y abuelos, que los hijos nacidos después. En el estudio noruego mencionado anteriormente, los participantes que eran hijos primogénitos también habían invertido más dinero en regalos para sus padres que sus hermanos menores.
Los investigadores interpretan que esta pauta de conducta guarda estrecha relación con el orden de nacimiento, se aduce que los primogénitos se identifican más fuertemente con los padres y demás figuras de autoridad. Esta filiación influye en el desarrollo de la personalidad de los hijos mayores, situación que parece reflejarse en las inversiones que estos hacen en los adultos.


3.) Las mujeres son más generosas con sus amistades

Las mujeres gastan más dinero en regalos para sus amigos/as que los hombres. Distintos estudios demuestran que el sexo femenino es más propenso a invertir en regalos para sus redes de amistades. ¿Qué podría explicar este comportamiento?
Desde una perspectiva evolutiva, en la antigüedad los sistemas sociales eran marcadamente patriarcales, lo que significaba que las mujeres debieron establecerse en las comunidades de sus maridos. Además de las migraciones de comunidad en comunidad, en donde las redes personales tenían que ser reconstruidas una y otra vez. Todo esto habría requerido que las mujeres invirtiesen más en relaciones sociales con personas sin parentesco sanguíneo.
En la actualidad, aquellas pautas de conducta pueden verse reflejadas en un comportamiento más social y en determinados hábitos más altruistas por parte de la mujer de hoy.



Cultura y causalidad: ¿por qué los malos hacen cosas malas?


Es cierto que nadie tiene una respuesta exacta a esta pregunta, ya que cada persona y circunstancia son únicas. Sin embargo, la mayoría de nosotros tiene sus teorías predilectas acerca de por qué las personas cometen hechos delictivos.


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Anders Breivik, el noruego que en julio de 2011 asesinó en la isla de Utoya a 77 personas, tiene que ser un desequilibrado mental, ¿verdad? Bernard Madoff, el autor del mayor fraude financiero de la historia, todos creemos que debe ser una persona profundamente codiciosa.
Sin embargo, nuestras teorías preferidas para acusar a alguien por un hecho delictivo dependen, en parte, del lugar donde nacimos.

Hace algunos años, Michael Peng, un psicólogo americano de ascendencia china, notó de que forma los medios estadounidenses y los medios chinos utilizaron lenguajes bastante diferentes para informar de dos casos violentos muy similares. Un empleado de una empresa en Estados Unidos fue despedido, una hora más tarde volvió a la compañía armado, mató de un disparo a su jefe, a varios de sus compañeros y luego se suicidó. Un estudiante chino fue reprobado en un examen, minutos más tarde volvió al instituto con un cuchillo, mató a su profesor y apuñaló a varios de sus compañeros, para posteriormente suicidarse.

Cuando los medios estadounidenses escribieron sobre el tiroteo, lo hicieron centrándose en que el asesino sería seguramente un individuo mentalmente perturbado. La prensa china sin embargo, se centró en el grado de aislamiento y las tensas relaciones que sufría el estudiante, ya que no se llevaba bien con algunas de sus víctimas.

Estas observaciones llevaron a Peng a realizar una serie de experimentos que demuestran que los occidentales y asiáticos, a menudo piensan de manera diferente acerca de la causalidad de determinados hechos.
Por ejemplo, los occidentales tienden a explicar los comportamientos en términos de presuntos rasgos de personalidad y demás cualidades internas del individuo. Los asiáticos, en cambio, tienden a explicar los comportamientos en términos de factores situacionales que son externos a la persona.


Algo así como si planteásemos la pregunta: ¿Por qué has ayudado a Juan? Un occidental respondería "debido a que Juan es una buena persona". En cambio un asiático podría responder "he ayudado a Juan porque estaba oscuro y no había nadie más para ayudarle".

Investigaciones posteriores revelaron un hallazgo aún más sorprendente: que las diferencias entre los occidentales y asiáticos llegan a la percepción de la causalidad también en la física. Por ejemplo, en un estudio se les solicitó a estudiantes ingleses y chinos observar los movimientos de una pequeña pelota que estaba dentro de un recipiente con líquido, posteriormente debían explicar los movimientos del balón. Los ingleses fueron más propensos a indicar que los movimientos de la esfera fueron causados por atributos propios del objeto (forma, densidad, material, etc.) En cambio, los chinos fueron más propensos a explicar dichos movimientos como resultado de factores externos a la pelota y más vinculados con el líquido, su viscosidad, movimiento, etc.

Un tiempo antes, el antropólogo John Miller había realizado una investigación de cómo las personas aprenden a explicar el comportamiento humano de una manera que es común a su cultura. Miller seleccionó, por un lado a un grupo de niños y adolescentes que recientemente habían llegado de la India a vivir a Estados Unidos. Por otro lado, un grupo de niños americanos hijos de padres también estadounidenses. A ambos grupos se les solicitó que explicasen por qué la gente a veces hace cosas malas y a veces hace cosas buenas.
Los niños más pequeños de ambos grupos dieron explicaciones muy similares, independientemente de su formación cultural. Los adolescentes, sin embargo, mostraron el mismo patrón que por lo general se observa en los adultos: los hindúes describieron los comportamientos en forma contextual y los estadounidenses en base a cualidades propias de los individuos.

Esto nos indica que, a veces, la explicación está en el ojo de quien mira, y no es raro que veamos lo que nuestra cultura nos ha enseñado a ver.



¿Es inevitable la disminución del deseo de las parejas en el largo plazo?


Dos investigadores de la Universidad de Columbia Británica (Canadá), Boris Gorzalka y Heather Morton, realizaron un estudio sobre el aparentemente inevitable descenso del deseo y excitación en las parejas con el transcurso del tiempo. Veamos algunos resultados y cuales son las diferencias entre hombres y mujeres en este tema.


pareja

Dicha exploración informa que las mujeres heterosexuales registran un promedio de ocho parejas durante toda su vida, mientras que los hombres reportaron doce. Pero la encuesta también encontró que el 22% de las mujeres y el 14% de los hombres tienen una sola pareja en su vida.
Sin embargo, cuando se les preguntó a los participantes acerca de fantasear con alguien que no fuera su pareja actual, el 98% de los hombres y el 80% de las mujeres reconocieron tener tales fantasías.
Esta conclusión sugiere que una gran proporción de hombres y mujeres que tienen parejas estables, experimentan el deseo de tener relaciones con otras personas.


Excitación, reiteración y variación

Una de las pruebas del estudio consistió en mostrar a los participantes la misma película erótica repetidamente, y posteriormente ver un clip erótico diferente. Mientras esto ocurría, el grado de excitación era medido a través de imágenes de resonancia magnética.

En términos generales, la excitación de los hombres disminuye cuando se muestran los mismos estímulos eróticos una y otra vez, pero se vuelve a encender cuando cambian los actores, aunque la actividad erótica sea la misma. En cambio las mujeres tuvieron mayor excitación cuando los mismos actores participaban de diferentes actividades.

Los resultados del estudio nos dicen que, si bien ambos sexos son afines al interés por nuevas parejas, es el sexo masculino quien lleva la ventaja. ¿Por qué ocurre esto?
Si nos fijamos en la teoría evolutiva de la especie humana, el éxito genético del macho se basa en producir el mayor número de descendientes.
Se podría objetar que al día de hoy, en las sociedades modernas esto no tan así, es decir, el objetivo principal del hombre actual no es producir el máximo número de descendientes. Sin embargo, los humanos modernos han heredado los genes y las predisposiciones biológicas que llevaron a nuestros antepasados a cumplir con esta meta evolutiva.
Esto quiere decir que la excitación y el deseo han evolucionado para promover un mayor número de descendencia, y ante una pareja nueva, las perspectivas de dejar nuevos descendientes aumenta, por tanto, la excitación también aumenta en estas situaciones.

En el caso de las mujeres prima la "hipótesis de los buenos genes", que propone que los hombres son clasificados en términos de estrategias de apareamiento. Una estrategia de corto plazo incluiría a hombres de alta calidad genética, o sea, machos competitivos, dominantes y valientes. En cambio, en una estrategia de apareamiento de largo plazo se equilibra la calidad genética del hombre con el potencial para invertir en sus hijos, en este caso se busca compasión, bondad y laboriosidad.
Es decir, en una estrategia de largo plazo la mujer debe sacrificar buena calidad genética a cambio de mayor seguridad para su descendencia. Pero una vez afianzada esta estrategia, podría llevar a algunas mujeres a buscar mejor calidad genética.


Asuntos extramatrimoniales

Una de las evidencias más fuertes de la existencia de un deseo natural hacia nuevas parejas son las infidelidades.
En este sentido, el 26% de los hombres y 16% de las mujeres admitieron haber tenido relaciones por fuera de una relación formal. Además, el 86% de estas personas admitieron que las relaciones extramaritales eran 'satisfactorias' o 'muy satisfactorias'. Sin embargo, la investigación también revela que sólo el 38% de las mujeres y el 25% de los hombres informaron que la calidad de sus relaciones íntimas dentro del matrimonio eran 'bajas'.

Una investigación anterior reciente halló que tanto hombres como mujeres casados identificaron a la "excesiva familiaridad" como un factor primario que contribuye a la disminución del deseo, de hecho, la mayoría de ellos estaban seguros que su deseo volvería a subir con una nueva pareja. Este estudio está en concordancia con otra investigación que encontró que personas que tenían un muy bajo nivel de deseo con sus parejas, continuaban experimentando fuertes deseos hacia otras personas.

Los autores del estudio concluyen argumentando que la gran mayoría de las personas no parecen estar adaptadas a una relación de largo plazo. El dilema parece ser que esta situación produce, en ambos sexos, muchos beneficios prácticos. Aunque lleve consigo una inevitable disminución del deseo y excitación en los individuos.



Los niños y la importancia de las primeras mentiras


Mentir es un comportamiento bastante sofisticado, es decir, cuando le dices algo a alguien que sabes que no es cierto, primero necesitas comprender como piensa la otra persona, para hacerle creer que esa información es verídica.


juguete

Eso significa que para mentir, es necesario entender como piensan los demás. La ciencia ha estudiado esta capacidad de saber separar nuestros propios pensamientos y creencias de los pensamientos y creencias de los demás, y la ha llamado "Teoría de la Mente".


Niños y la Teoría de la Mente

En algunas jugueterías venden unas esponjas que tienen aspecto de piedras. La primera vez que observas estos objetos, quizás te parecerán piedras, pero si los tocas, sentirás claramente que son esponjas. De igual manera, si usted le muestra a un niño en edad preescolar este artículo, seguramente le dirá que es una piedra. Y si a continuación deja que juegue con él, se dará cuenta y posteriormente dirá que es una esponja.
El problema viene si le preguntas que creerá otra persona si le mostramos el objeto, el niño dirá que la otra persona creerá que es una esponja. Es decir, a esa edad, los niños todavía tienen problemas para distinguir que una persona que nunca ha visto el objeto antes, pueda creer otra cosa con respecto a lo que él cree.


Varias investigaciones han demostrado que en el caso de los niños pequeños, mientras no comprenden que los demás pueden pensar diferente a ellos, no mienten.

Con respecto a esto, un interesante experimento fue llevado a cabo en China con 60 niños en edad preescolar. La primera parte del estudio consistió en brindarles capacitación a la mitad de ellos sobre la Teoría de la Mente, es decir, tareas de apariencia-realidad y otras pruebas de apreciaciones falsas. Se les hizo entender que una persona podía creer una cosa, mientras que otra persona podía creer otra cosa.
Al resto de los niños (el grupo de control) se les dio capacitación sobre otras habilidades cognitivas no relacionadas con la "Teoría de la Mente".

Pasado este entrenamiento, se realizaron distintas pruebas en donde se incitaba encubiertamente a los niños a mentir. Aquellos niños que recibieron entrenamiento sobre la Teoría de la Mente, mintieron en el 60% de los ensayos, mientras que los niños del otro grupo solo mintieron el 10% de las veces.

Los autores del estudio realizaron pruebas de seguimiento al día siguiente y de nuevo 26 días más tarde. En ambas pruebas, los niños que aprendieron acerca de la Teoría de la Mente eran mucho más propensos a mentir que los que no recibieron ese entrenamiento.

Esta investigación muestra como una vez que los niños entienden que las otras personas pueden creer cosas diferentes de lo que ellos creen, usan esa información de manera estratégica, en ocasiones para tratar de engañar a los demás.

Por supuesto que la Teoría de la Mente tiene un montón de ventajas más allá de simplemente mentir. Por ejemplo, es imposible enseñar algo hasta que se sepa separar lo que uno sabe de lo que otras personas saben y pueden entender.
En definitiva, comenzar a mentir es una señal (y un efecto secundario) de una capacidad mental mucho más importante.


Referencia: http://pss.sagepub.com/content/26/11/1812.abstract



Ver con los oídos, escuchar con los ojos


Si bien dependemos tanto de la visión como de la audición para interactuar con nuestro medio ambiente, por lo general, se considera a la ceguera como una discapacidad mayor que la sordera.


sentidos

Cuando perdemos la audición, al menos podemos ver el mundo que nos rodea, además de aprender el lenguaje de señas o lectura de labios para comunicarnos. Y si bien la ceguera deja nuestra capacidad lingüística intacta, nuestra movilidad e independencia se ven afectadas en gran medida.

A pesar de ello, las personas ciegas de nacimiento no piensan en la ceguera como una discapacidad, al no tener memoria de la visión no entienden la ceguera como un impedimento y, de alguna forma, estas personas aprenden a "ver" con sus oídos.
Algunas investigaciones con técnicas modernas como las imágenes de resonancia magnética en individuos ciegos de nacimiento, han podido constatar que estas personas utilizan los sonidos del entorno para crear imágenes tridimensionales en sus cerebros, estas imágenes son ricas en formas y texturas. Incluso no sólo pueden percibir lo que está delante de ellos, sino también que lo que hay detrás, algo nada fácil para una persona con visión. Por tanto, para las personas con deficiencia visual, la audición cobra una relevancia crítica.

De igual forma, ante una deficiencia auditiva, será la visión quien dominará la experiencia consciente. La audición será relegada a un papel secundario, casi exclusivamente para supervisar las amenazas del entorno.
Sin embargo, las personas con pérdida auditiva severa necesitarán valerse de la visión, tanto para la atención enfocada como para la vigilancia del medio. Como resultado, los cerebros de las personas sordas con un solo golpe de vista procesan más información, que lo que una persona oyente puede hacer. Esta ampliación de la percepción visual tiene consecuencias inesperadas.

Es sabido que las tasas de alfabetización entre las personas sordas son mucho menores que el resto de la población. Esto es especialmente cierto para aquellos individuos cuya lengua materna es el lenguaje de señas. Después de todo, cualquier lengua, inglés, español, etc. es un lenguaje extraño para ellos, si se les pide leerlo sin dominarlo.
Sin embargo, alrededor del 5% de los adultos sordos son excelentes lectores, es más, lo hacen a una mayor velocidad que una persona oyente y con el mismo nivel de comprensión. ¿Por qué ocurre esto? Dado que las personas sordas desarrollan volúmenes más amplios de percepción visual, cada vez que miran algo o leen asimilan más información, como resultado de esto, pueden leer más rápido.


No experimentamos los sentidos individualmente, sino que nuestro cerebro los ensambla a todos para crear una experiencia consciente del mundo. De esta forma, lo que vemos puede influir sobre lo que oímos, la audición puede afectar la visión, y así con todos los sentidos.

Nuestra intuición nos dice que los sentidos son flujos separados de información. Vemos con los ojos, oímos con nuestros oídos, olemos con la nariz, etc.
En la actualidad, sin embargo, sabemos que el cerebro utiliza la información (muchas veces imperfecta) de cada sentido para generar una realidad que llamamos conciencia. Esa es la mejor conjetura que puede hacer nuestro cerebro sobre el mundo que nos rodea.



¿Por qué son aceptadas las desigualdades sociales?


Ni siquiera el reconocimiento de que la riqueza no ocurre exclusivamente sobre la base del esfuerzo y el talento, cambia la actitud de mucha gente acerca de las carencias de la estructura social en la que habita. Ellos perciben dicha estructura como justa y natural.



Si bien reconocemos que hay una gran desigualdad de ingresos en nuestras sociedades, muchas personas se muestran renuentes a redistribuirlos más equitativamente. Incluso en las clases medias se puede observar ampliamente este fenómeno. ¿Cuál es la explicación científica para que esto ocurra?

Dicha pregunta fue abordada en una interesante investigación publicada en le revista "Journal of Personality and Social Psychology".
Este estudio sugiere que desde una muy temprana edad, tendemos a explicar los comportamientos de los grupos en base a las características que sus integrantes tienen, más que en términos de las circunstancias sociales que actúan sobre ellos.
Este enfoque, de anteponer las características inherentes en lugar de fuerzas extrínsecas, lleva a las personas a aceptar que estos grupos merecen estar en la posición social en la que se encuentran.


El estudio

La investigación tuvo dos partes, en la primera se trabajó con niños de 4 a 8 años y en la segunda con adultos. En ambos casos se les dio una descripción de una supuesta sociedad, en la que había personas que tenían mucho dinero y otras que tenían muy poco. Luego se les dio dos explicaciones para ilustrar tal diferencia.
La primera explicación se centró en características inherentes, por ejemplo, las personas con dinero eran más inteligentes. La segunda explicación se basó en factores extrínsecos, por ejemplo, los individuos con mucho dinero habían ganado la lotería.
Los participantes, tanto niños como adultos, debían calificar que tan verosímiles eran para ellos estas explicaciones. También debían evaluar si pensaban que la situación era justa.

En ambos casos, niños y adultos, otorgaron calificaciones más altas a las explicaciones basadas en características intrínsecas, que a las basadas en factores externos. Además, a aquellos que opinaron que la situación era justa, se les solicitó una explicación de por qué lo era, en este caso, las personas tendieron a dar explicaciones referentes a factores inherentes, que a causas externas.

Curiosamente, estas diferencias funcionaron para los grupos, pero no a nivel individual. Es decir, cuando se les hablaba de individuos que tenían diferencias en algunas características (por ejemplo, en los ingresos), en este caso, existieron las mismas probabilidades de dar explicaciones sobre la base de factores inherentes o extrínsecos. Por tanto, este efecto parece funcionar sólo para presunciones grupales.

En definitiva, cuando observamos desigualdades entre distintos conjuntos de personas, asumimos que estas diferencias tienden a ser el resultado de las características propias de los grupos, en lugar de apuntar a factores circunstanciales o coyunturales. Como resultado, tendemos a pensar que esas diferencias son justas. Esta es una de las razones por la cual mucha gente a menudo no apoya ciertas políticas públicas que podrían ayudar a acortar tales diferencias.


Referencia: http://psycnet.apa.org/journals/psp/109/5/739/



El efecto 'mejor que la media'


mejor

Muchos son los estudios que han demostrado que las personas tienden a exagerar sus propias aptitudes y habilidades sociales. Un ejemplo muy conocido es que la mayoría de quienes manejan vehículos piensan que son mejores conductores que el promedio. Esto quiere decir que existen muchos malos conductores que se cruzan por nuestro camino convencidos de que son muy buenos al volante.
Ejemplos similares se pueden aplicar en cientos de cualidades, todo lo cual apoya la idea que el efecto 'mejor que la media' está ampliamente generalizado.

Sin embargo, algunas tesis afirman que, efectivamente, la mayoría de las personas realmente son mejores que la media en muchas cualidades. Por ejemplo, volviendo al tema del manejo, tal vez la distribución de la capacidad de conducción de vehículos esté negativamente sesgada, es decir, existe una minoría de muy malos conductores que arrastran la media hacia abajo, dejando a la mayoría de los conductores realmente por encima del promedio.

Una interesante investigación fue la realizada por el profesor de la Universidad de Southampton, Constantine Sedikides, quien encuestó a 85 presos encarcelados en una prisión del Reino Unido. Los reclusos, que tenían entre 18 y 34 años, respondieron una serie de preguntas sobre sus rasgos prosociales. Cabe destacar que la mayoría de los prisioneros habían sido encarcelados por robos con violencia.

Los resultados del estudio arrojaron que en comparación con un 'prisionero promedio', prácticamente todos los participantes se calificaron a sí mismos como más éticos, más amables, más respetuosos de la ley, más generosos, más fiables y más honestos.
Incluso muchos de ellos también se calificaron a sí mismos en casi todos los atributos por encima de un 'miembro promedio de la sociedad', con una excepción: respetuoso de la ley. En esta cualidad los prisioneros se calificaron como un miembro 'medio' de la comunidad.


Prácticamente todas las personas padecemos este efecto, pero existen algunos individuos los cuales su autopercepción está considerablemente desviada de la realidad.

En investigaciones anteriores sobre rendimiento intelectual, se demostró que las personas con peores puntuaciones eran, precisamente, quienes más sobreestimaban su propia capacidad. Esto nos estaría dando una pauta de que existe una tendencia más general de que hay personas con habilidades especialmente pobres o hábitos de comportamiento muy perjudiciales que carecen casi por completo de una autopercepción realista de su propia persona. De ser así, las perspectivas para ayudar a estos individuos no son demasiado prometedoras. Y si pensamos específicamente en porqué es tan difícil rehabilitar a muchos presos, esta precisamente podría ser una de las causas.


Referencia:
http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/bjso.12060/full



Felicidad vs bienestar: la paradoja de Easterlin


Uno de los hallazgos en ciencias sociales más desconcertantes de los últimos 50 años es la paradoja de Easterlin: el crecimiento económico de un país no siempre se traduce en un aumento de la felicidad de su población.


Felicidad bienestar

Sobre todo en tiempos de crisis, los políticos inundan los medios de comunicación hablando de sus recetas para mejorar la economía. La hipótesis de esta estrategia es que si la economía mejora, la gente estará más feliz.
Esto parece obvio, muchos de los problemas que enfrentan los ciudadanos están determinados por la posesión de dinero.

Sin embargo, cuando los investigadores sociales miden los niveles de felicidad de ciudadanos de diferentes países y lo comparan con la situación económica, la relación no siempre es tan metódica. Esta observación se llama "la paradoja de Easterlin", ya que el primero en referirse a ella fue el economista norteamericano Richard A. Easterlin.

Desde este hallazgo en 1974, se han hecho algunos estudios al respecto. Uno de ellos indica que después que se satisfacen las necesidades básicas de una población, el aumento de la riqueza no es tan importante. Esta teoría sugeriría entonces que en los países más desarrollados, la relación entre el PIB y la felicidad de su población debería ser más débil que en las naciones pobres. Pero este no ha sido el caso, los ciudadanos de algunos países ricos se sienten más felices con el aumento del PIB, en contraste, las poblaciones de algunas naciones pobres se vuelven más tristes con el aumento del PIB.

Los investigadores sugieren que la desigualdad de ingresos puede ser un factor fundamental en esta relación. En particular en los países pobres, donde la desigualdad es mayor, en tal caso, los aumentos del PIB no logran que la gente sea más feliz. La idea detrás de esto es que cuanto más se distribuye de manera desigual, sólo las personas ricas son las que realmente se benefician de los aumentos del PIB.

Dos investigadores de psicología cognitiva, Selin Kesebir y Shigehiro Oishi, pusieron a prueba esta idea a gran escala. Ellos examinaron la relación entre la desigualdad de ingresos y el PIB (medido con el índice Gini) y los niveles de bienestar de la población de diferentes países.
El estudio estuvo dividido en dos, la primera parte se centró en estas variables de 16 países económicamente desarrollados durante el período 1959 a 2006. La segunda parte midió los mismos parámetros en 18 naciones pobres en el período 2001 a 2009.

En el primer sondeo se halló que para las naciones más ricas, la relación entre bienestar y PIB fue positiva, pero sólo después que se pudo controlar los efectos de la desigualdad de ingresos. Básicamente, cuando un país tiene una baja desigualdad de ingresos, los incrementos del PIB van conduciendo, con el tiempo, a un aumento de la felicidad. En cambio, cuando un país tiene una alta desigualdad de ingresos, los incrementos del PIB no tienen ningún efecto sobre la felicidad de su población.

En el segundo caso, se hallaron dos resultados diferentes: en los países pobres que cuentan con una menor desigualdad de ingresos los cambios en el PIB no afectaron mucho los niveles de felicidad. En cambio en los países pobres con mayores niveles de desigualdad de ingresos, los incrementos del PIB, en realidad, disminuyeron los niveles de felicidad.

Seguramente esta sea una de las razones por la cual los políticos, especialmente en períodos de vacas flacas, se refieren con tanto empeño a la desigualdad de ingresos. Los resultados de las investigaciones muestran que los niveles de insatisfacción no son el resultado de una economía pobre, sino más bien, una consecuencia del aumento de la desigualdad en los ingresos de la población.


Referencia: http://pss.sagepub.com/content/26/10/1630.abstract



Hipocampo e inteligencia espacial


En el año 2000, una investigación halló que los taxistas de Londres tenían un hipocampo más grande de lo normal, esto fue vinculado a su capacidad para recordar y conducir por las 25 mil calles de la ciudad.



Once años después, en un estudio de seguimiento, se quiso determinar si la experiencia de conducir por el complejo sistema de calles londinenses provocó los cambios en el tamaño del hipocampo, o si por el contrario, sólo las personas con un hipocampo más grande que la media eran capaces de convertirse en taxistas profesionales.

Los resultados del nuevo estudio determinaron que el aprendizaje y la práctica en la conducción de un taxi, de hecho provocan cambios en el tamaño del hipocampo. Pero esto era sólo la mitad de la historia, los cambios estructurales en el tamaño del hipocampo también estaban vinculados a una alteración en términos de conectividad, o sea, a la capacidad del hipocampo para comunicarse y sincronizarse con otras regiones del cerebro.

Finalmente en octubre de 2015, una investigación neurocientífica halló de qué manera el entrenamiento en tres dimensiones cambia el tejido cerebral y mejora la forma en que dicho tejido se comunica con otras áreas del cerebro involucradas en la inteligencia espacial.


La inteligencia espacial está relacionada con la capacidad que tiene una persona para procesar información en tres dimensiones. Dicha inteligencia está vinculada con la idoneidad del individuo frente a aspectos como líneas, figuras, colores, espacios y la relación que existe entre ellos.

Este descubrimiento estableció una relación entre el tamaño del hipocampo y las alteraciones en la conectividad que ocurren en el cerebro mientras se produce un aprendizaje espacial.
En el estudio se aclara que los cambios en el cerebro vinculados al aprendizaje espacial dependen de cómo la actividad neuronal sincroniza la comunicación entre el hipocampo y otras regiones del cerebro necesarias para esta tarea.


El hipocampo en acción

Una de las pruebas de la investigación consistió en hacer manejar un simulador de conducción a un grupo de personas adultas sin experiencia en este tipo de tecnologías.
Durante 45 minutos, algunos de los participantes debieron conducir un vehículo virtual 20 veces por el mismo itinerario. Mientras tanto, otro grupo debió conducir la misma cantidad de tiempo, pero por 20 recorridos diferentes.

Antes y después de cada sesión, el cerebro de cada participante fue escaneado por dos técnicas diferentes, una llamada 'imágenes ponderadas por tensor de difusión' que mide el movimiento de moléculas de agua en el cerebro. La otra técnica fue la de imágenes de resonancia magnética funcional.

Sólo el grupo que practicó el mismo trayecto mostró repetidamente cambios estructurales del cerebro, especialmente en el área de aprendizaje espacial del hipocampo llamada 'giro dentado'.
El otro hallazgo importante es que los individuos que incrementaron su aprendizaje espacial, también mostraron mejoras en la sincronización de la actividad entre el hipocampo y otras áreas del cerebro responsables de la cognición espacial.

Todo lleva a indicar que los cambios en el hipocampo, aunque estos sean minúsculos, son acompañados por rápidos cambios en la forma en que dicha estructura se comunica con el resto del cerebro.

Varias investigaciones ya han analizado los crecientes beneficios que otorgan el ejercicio físico, la salud mental y la función cognitiva para facilitar la conectividad entre distintas regiones del cerebro. Este último estudio mejora nuestra comprensión acerca de la relación crítica entre los cambios estructurales y funcionales del cerebro y el proceso de aprendizaje en los seres humanos.


Referencias:
http://www.cell.com/current-biology/abstract/S0960-9822(11)01267-X
http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1053811915009167



Intelecto y sexos: la inteligencia de género


¿Cuáles son las evidencias acerca de las diferencias de género con respecto a la inteligencia?


inteligencia género

Muchas personas creen, o quieren creer, que las diferencias entre la capacidad y potencial intelectual de hombres y mujeres se deben básicamente a cuestiones sociales o de crianza. Son sobre todo los grupos feministas surgidos a partir de la década del 60, quienes han perpetuado la idea de que las diferencias observables entre sexos son el resultado de la socialización. Sin embargo, a partir de la década de los 90 se abrió otro camino hacia una perspectiva más biológica y evolutiva que reconoce y explica estas diferencias.

Realmente son reconocidas, algunas pequeñas pero observables, las diferencias intelectuales entre ambos sexos en todas las etapas de la vida. Por ejemplo, en la primera infancia sabemos que los niños son más activos y pasan más tiempo despiertos. En cambio, las niñas se desarrollan físicamente más rápido y con mejor coordinación, ellas ya muestran preferencia por su mano más hábil (sea derecha o zurda) a los 5 meses, cosa que no ocurre en los niños. Además, las niñas tienen una mejor audición y son más vocales.
Ya en los dos primeros años de vida, los niños son más interesados en objetos y como estos funcionan. Las niñas, en cambio, están más interesadas en los estímulos sociales, emocionales y hacen más contacto visual.

En el período preescolar los niños están más interesados en la construcción de bloques y en juguetes con movimiento, como coches por ejemplo. Las niñas prefieren las muñecas y juegos más vinculados a actividades domésticas.
Las niñas son más sensibles y sedentarias, los niños tienden a juegos más rudos y a un comportamiento más egoísta.
Un punto importante en toda la infancia es la segregación de género (grupos de juego del mismo sexo), mientras los varones tienden a formar grupos más grandes y sujetos a cuestiones de dominancia, las niñas forman grupos pequeños y se muestran más preocupadas por la equidad, es decir, tienden a compartir más que los niños.

Otro tema donde hay diferencias notables es en el lenguaje. Las niñas adquieren el lenguaje antes y este permanece más fluido durante toda la vida. Es por ello que ellas desarrollan un vocabulario más amplio, utilizan construcciones lingüísticas más complejas, se expresan y leen mejor. Los niños son menos comunicativos y se valen menos del lenguaje para obtener lo que quieren.
Esto ocurre porque la localización cerebral del habla es más bilateral en las mujeres que en los hombres. Por ejemplo, los varones bilingües pueden tener algún déficit de memoria, cosa que no ocurre en las mujeres.

Distintas investigaciones en escuelas primarias han mostrado claras diferencias entre sexos. Los niños son mejores dibujando que las niñas, pero ellas son más fluidas con las palabras. Los chicos son mejores en razonamiento matemático y mentalmente son más rápidos encontrando formas geométricas en patrones complejos y objetos giratorios. Las niñas son mejores para acordarse de objetos que han cambiado de lugar y en tareas de coordinación motora.

En cuestiones de confianza, en general, los chicos muestran mayores niveles de confianza en si mismos en el deporte y las matemáticas, mientras que las chicas lo hacen en lectura y música.
Al experimentar un fracaso, los varones jóvenes tienden a pensar que se debe a su falta de esfuerzo, mientras que las chicas catalogan más sus propios fracasos como falta de capacidad.


Inteligencia de género

Vista toda esta reseña, ¿se puede afirmar, como se dice generalmente, que los hombres son más inteligentes que las mujeres? ¿O es al revés? ¿O todo depende de cómo se mida la inteligencia? Aclaremos esto en cinco puntos:

1.) La inteligencia no se puede medir con exactitud, por lo tanto, es difícil probar o refutar la existencia de una diferencia basada exclusivamente en el sexo.

2.) No hay razones o teorías evolutivas o ambientales para suponer que hay diferencias en este sentido. En abundantes investigaciones el sexo no significó una ventaja o desventaja en si mismo.

3.) Promedialmente, en la inteligencia media no hay prácticamente diferencias entre sexos, pero si hay diferencias en los extremos. De esta forma, los hombres tienden a estar más representados en las puntas de la curva de Bell. Es decir, los más brillantes son hombres, como así también los menos agraciados intelectualmente. En otras palabras, la media es la misma pero la distribución en más amplia entre los hombres.
Los científicos saben que en cualquier muestra muy grande, los varones estarán sobre representados en la parte inferior y superior, lo que quiere decir que la desviación estándar de coeficiente intelectual es mayor en hombres que en mujeres.

4.) Algunas diferencias que se desprenden de estudios no son reales y se producen por tres razones. Primero, los varones son educados para la arrogancia y las mujeres para la moderación, este mensaje social conduce a que en un examen o prueba, la mujer generalmente muestre un rendimiento más bajo que el hombre de acuerdo a su capacidad real.
Segundo, la mujer tiene menos exigencia social, en particular para la selección de pareja, por tanto, es probable que su padre haya invertido menos en su educación y desarrollo de habilidades, aunque este patrón puede estar cambiando.
El tercero es el factor personalidad, las mujeres son, en general, menos estables emocionalmente que los hombres y tienen mayores niveles de ansiedad, esto puede resultar en un menor rendimiento en un examen o prueba.

5.) La única diferencia real en el coeficiente intelectual (IQ) y que se mantiene estable en diferentes sociedades y culturas es la "inteligencia espacial". Los hombres ostentan una ventaja a su favor de 4.8 puntos sobre ellas, que se hace evidente después de los 15 años. Antes de esto, de hecho, son las chicas las que tienen una ventaja. Esta diferencia quizás explique la superioridad masculina en las artes, los negocios y las ciencias.



Cuando la envidia y la empatía luchan en nuestro cerebro


Seguramente todos hemos hecho más de una vez una mueca de dolor, como muestra de empatía, apenas vimos una señal de sufrimiento en la cara de otra persona.


envidia

Un estudio publicado hace unos días en la revista 'Social Cognitive' sostiene que si sentimos que la persona está en una condición más alta que nosotros (y no sólo económica), es probable que acompañemos ese dolor con una mueca, pero también es muy probable que nuestro cerebro, en realidad, haga la vista gorda.

Un equipo de investigadores de la Universidad Shenzhen (China) reclutó a 22 voluntarios de ambos sexos para el estudio. La primera parte del sondeo consistió en que los participantes debían mirar un ordenador que tenía 100 puntos distribuidos en toda la pantalla. Rápidamente debían decir si había más puntos del lado derecho o del lado izquierdo.

Posteriormente, se le dijo a cada participante que en un puntaje máximo de tres puntos, él o ella habían obtenido 2 puntos por esta prueba. También se les comunicó que otras 650 personas habían realizado el mismo ejercicio. En realidad, esto no era cierto, sólo era parte de la historia a fines de realizar el estudio.

A continuación, se les dijo que cuatro personas que intervinieron en la prueba (2 participantes de 1 punto y 2 participantes de 3 puntos) también habían participado en pruebas sensoriales, para ello, les habían pinchado suavemente la cara con pequeñas agujas. Para que esto pareciera más realista, se les mostraron los vídeos de las cuatro personas al momento de los pinchazos. Al ver los vídeos, el cerebro de cada participante estaba siendo observado mediante un escáner cerebral.

Al final de los vídeos, cada participante debía llenar un cuestionario sobre la empatía y el malestar que le produjo ver a estas personas recibir pinchazos en la cara.
Las respuestas fueron unánimes en el sentido de la angustia que sintieron, independientemente de que la persona hubiese obtenido un punto o tres en la prueba anterior.

Pero al observarse la actividad cerebral la historia fue diferente. Mientras se miraban los vídeos de los participantes que habían obtenido 1 punto, los cerebros mostraron una mayor actividad en tres áreas clave que se sabe están implicadas en la sensación de dolor y en la percepción del dolor ajeno: la ínsula anterior (IA), la corteza cingulada anterior medial (CCAM) y el tálamo.
Pero el dato revelador fue que cuando los participantes miraban los vídeos de los individuos que habían obtenido 3 puntos, la IA, la CCAM y el tálamo se mostraron inquietantemente tranquilos. En otras palabras, la respuesta empática del cerebro fue casi nula.


Los investigadores no encontraron ninguna evidencia neuronal de que estas personas hayan disfrutado viendo el sufrimiento de los participantes de 3 puntos. Sin embargo, los resultados sugieren que la percepción de dolor bajó notoriamente cuando las muestras de angustia provenían de un individuo con un rendimiento superior.

Según los autores del estudio, nos guste o no, esto muestra lo competitivos que somos por naturaleza y lo rápido que nuestro cerebro evalúa en relación a los demás.
Estos resultados son consistentes con investigaciones anteriores que muestran que las respuestas empáticas neurales disminuyen al presenciar sufrimiento en alguien que no nos gusta o en personas de un grupo social diferente.
Podremos esforzarnos en ser mejores personas, pero por desgracia, a menudo nuestros cerebros revelan el lado más oscuro de la naturaleza humana.


Referencia:
http://scan.oxfordjournals.org/content/early/2015/10/26/scan.nsv135.abstract



Hombres y masculinidad cuestionada


En la mayoría de las culturas, el honor masculino es un tema central en la organización de la vida social. En muchas partes del mundo la defensa de la masculinidad tiene que ver con el resguardo de su reputación, en ocasiones empleando métodos violentos.


masculinidad

Un grupo de profesores de la Universidad South Florida dirigidos por el psicólogo Joseph Vandello, realizó un estudio llamado "masculinidad cuestionada" donde se investiga de que forma los hombres desean ser percibidos como masculinos y como a menudo hacen todo lo posible para "demostrar" su hombría, sobre todo cuando ésta ha sido cuestionada.

En ese sentido, cuando los hombres sienten cuestionada su masculinidad son más agresivos, toman resoluciones financieras de mayor riesgo, son más propensos a tomar decisiones 'blanco o negro' y evitan comportamientos que pueden ser estereotipados como femeninos (utilizar adornos en las muñecas, coleta en el pelo, etc.). La pesquisa además muestra que las amenazas de género también provocan ansiedad y estrés en ellos, y que muchas veces, esta ansiedad únicamente se reduce mediante agresividad.


Investigaciones anteriores han señalado que los hombres están mucho más predispuestos que las mujeres a transgredir las normas (por ejemplo, mediante empleo de violencia) cuando su identidad de género ha sido cuestionada.

En una de las pruebas más interesantes de la exploración, a distintos hombres heterosexuales se les realizó a cada uno un número importante de preguntas en la pantalla de un ordenador. Algunas de las cuales eran 'preguntas trampa' ya que estaban orientadas a ir, poco a poco, con el correr del cuestionario a ir poniendo en duda su masculinidad (hasta un punto de verdadera incomodidad).

Los investigadores midieron los niveles de testosterona y cortisol en los participantes antes del comienzo del cuestionario e inmediatamente después de finalizado el mismo.
Lo que encontraron fue que los hombres con altos niveles de testosterona no experimentaban aumento en sus niveles de cortisol después de haber sido puesta en duda su masculinidad. En cambio, los hombres con bajos niveles de testosterona si sufrieron un aumento importante de cortisol. Esto sugiere que los hombres con bajos niveles de testosterona están en mayor riesgo de sufrir estrés y ansiedad cuando su hombría es puesta en duda.

Según los autores del estudio, un punto importante es hacer notar que estas creencias ampliamente sostenidas acerca de que la masculinidad debe ser demostrada, crea expectativas que los hombres sienten que deben cumplir. Incluso aquellos hombres que de otro modo podrían rechazar los roles tradicionales de masculinidad, todavía pueden sentir que deben ganar estatus de hombría. Es decir, ciertos comportamientos varoniles pueden estar más impulsados por la creencia de que la virilidad es un estado precario y por tanto debe ser evidenciada, que por actitudes individuales propias del ser masculino.

Referencia: http://www.bps.org.uk/news/manhood-precarious-status



Ejercicio de prioridades: conectando la motivación y el éxito


Es indudable que existe un profundo vínculo entre la motivación y el éxito. De hecho, aquellas personas u organizaciones con una motivación fuerte, son mucho más propensas a ser exitosas.


motivación y el éxito

Sin embargo, nuestras motivaciones no siempre son tan evidentes, y por tanto, nuestro comportamiento es a veces confuso, incluso para nosotros mismos.
En este sentido, hace algunos años un profesor de Stanford comenzó haciendo un ejercicio para sus alumnos que posteriormente se fue extendiendo a otras universidades. Dicho esquema está diseñado para tener una noción sobre lo que impulsa a cada individuo.
Como se puede observar en la imagen, es un sencillo dibujo de un cuadrado dividido en cuatro, el eje Y corresponde a 'Pasión' y el eje X a 'Confianza'.

La persona debe rellenar cada cuadrante con actividades, por ejemplo, en el cuadrante superior derecho debe escribir actividades (puede ser una o varias) para las que tiene elevada pasión y elevada confianza. En el cuadrante superior izquierdo actividades para las que tiene elevada pasión y baja confianza. En el cuadrante inferior izquierdo actividades para las que tiene baja pasión y baja confianza. Y por último, en el cuadrante inferior derecho actividades para las que se tiene baja pasión y elevada confianza.


Veamos los resultados

Una vez que se haya terminado el esquema, estudiemos los resultados. Es evidente que la actividad o actividades escritas en el cuadrante superior derecho son las que pasamos mucho tiempo haciendo. La práctica se traduce en confianza y la confianza refuerza nuestra pasión.

El cuadrante superior izquierdo incluye actividades que decimos que queremos hacer, pero por lo general no realizamos o también pueden ser tareas que recién estamos comenzando su aprendizaje. O sea, tenemos pasión pero nos falta confianza, ya que no hemos pasado tiempo suficiente practicando estas actividades. Por ejemplo, estamos aprendiendo un nuevo idioma o algún instrumento musical, será solo por el aumento gradual de nuestro compromiso con esta tarea que vamos a emplear el tiempo y esfuerzo necesarios para llevarla al cuadrante superior derecho.

Las tareas del cuadrante inferior izquierdo son las actividades que no tenemos ningún interés en realizar. No nos apasionan ni tenemos confianza en ellas. Alternativamente, si se tratan de tareas que tenemos que hacer, existen maneras de replantear la forma en la que pensamos acerca de ellas. Por ejemplo, podemos centraron en los resultados en vez de centrarnos en el proceso, como forma de hacerla un poco más llevadera.

El cuadrante final es el más interesante, aquí están las actividades para las que tenemos gran confianza pero baja pasión. Es decir, incluyen tareas que ya hemos dominado pero que no disfrutamos haciéndola. Un factor a investigar es por qué no estamos motivados. Por alguna razón, nos damos por vencidos una vez que alcanzamos cierto nivel de habilidad, posiblemente por estrés o nos aburre su nivel de repetición.

En este punto, depende de cada uno de nosotros decidir si queremos mover actividades de un cuadrante a otro. Para pasar de la parte izquierda al lado derecho se requiere un aumento de confianza, y la única manera de aumentar la confianza es con la práctica.
En cambio, para pasar de la mitad inferior a la mitad superior es necesario un aumento de nuestro dinamismo, esto se logra cambiando la actitud.
Dichas acciones podrían significar hacer una búsqueda de nuestras prioridades, ya sea para entender que cierto objetivo está fuera de nuestro alcance, o que podría ser el camino hacia el éxito. Cada individuo controla sus propias actitudes y acciones, por tanto, cada uno de nosotros es el maestro de sus propias motivaciones.



Culpa, vergüenza y emociones faciales


Los sentimientos de culpa y de vergüenza están estrechamente relacionados, ya que ambos crean emociones negativas, que a su vez, dan lugar a comportamientos autorregulados.


culpa vergüenza

Sin embargo, mientras que la propensión a la culpa ha demostrado estar relacionada con la empatía y el funcionamiento adaptativo, la propensión a la vergüenza no solo no está relacionada con la empatía, sino que además se asocia a dificultades en las relaciones interpersonales.

Una investigación ha revelado que esta diferencia entre la culpa y la vergüenza, tiende a ir de la mano con la capacidad para reconocer las emociones en las expresiones faciales de los demás.

Un grupo de psicólogos de la Universidad La Trobe (Melbourne, Australia) contaron con 360 voluntarios durante el estudio, para examinar sus reacciones ante 11 escenarios negativos hipotéticos.
Los participantes realizaron diferentes tests para identificar las medias de propensión a la culpa y a la vergüenza de cada uno. Posteriormente efectuaron una prueba de reconocimiento de emociones faciales de distintas personas a través de un ordenador, en la cual se evaluó la capacidad de identificar los sentimientos de tristeza, ira, miedo, felicidad, asco y vergüenza.


Los resultados

El hallazgo clave fue que la propensión a la culpa tiende a relacionarse con una consistente capacidad en el reconocimiento de emociones faciales, incluso de entender las emociones de baja intensidad. No está claro si ser sensible a las emociones de otras personas contribuye al sentimiento de culpa o si es la propia propensión a la culpa lo que lleva a prestar más atención a las emociones de los demás. De cualquier manera, los investigadores creen que esto tiene que ver con evitar un comportamiento antisocial y el tener buenas habilidades para las relaciones interpersonales.

La historia de las personas con propensión a la vergüenza es bastante diferente. En general, los sentimientos de vergüenza no están relacionados con una mejor capacidad en el reconocimiento de las emociones, incluso todo lo contrario, ya que existieron claras señales de que la vergüenza está vinculada con una menor capacidad para reconocer expresiones en otras personas, sobre todo las expresiones de felicidad.
Este resultado encaja con anteriores investigaciones en las que se evidencian que las personas con propensión a la vergüenza tienden a tener pobres habilidades para la empatía.


Para terminar

Esta investigación fortalece la teoría de que la culpa y la empatía funcionan de forma relacionada, con una cierta sinergia, no así la vergüenza y la empatía.
Los resultados del estudio también pueden ayudar a explicar la relación inversa que existe entre los sentimientos de culpa y la tendencia a conductas agresivas.


Referencia: http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/02699931.2015.1072497



Violencia de género: ¿cómo la ejercen las mujeres?


Está claro que la violencia de género y sus agresiones asociadas están fuertemente vinculadas al hombre, sin embargo, las mujeres también muestran ciertas conductas agresivas en este sentido.


Violencia de género mujeres?

¿Son sólo los hombres quiénes aplican un comportamiento sexual agresivo? Al parecer no. Según una investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad de Liverpool, en este aspecto, a menudo las mujeres también son coercitivas. Pero en lugar de la agresión física, que si bien la aplican pero en bajos niveles, ellas tienden a utilizar métodos emocionalmente manipuladores, como la amenaza o la extorsión.

De acuerdo con el estudio, en materia de sexo, algunas mujeres también poseen elevados niveles de comportamientos narcisistas. Es decir, tener una profunda necesidad de admiración sumado a una intensa falta de empatía. Ambos estados están estadísticamente asociados con la coacción y la agresión sexual.


Según los investigadores, hasta aquí prácticamente todas las exploraciones se han basado únicamente en muestras masculinas, y esta es una de las primeras en indagar centrándose también en el sexo femenino.

La muestra de estudio incluyó a 329 adultos de ambos sexos, la mayoría de ellos estudiantes universitarios. El narcisismo se evaluó utilizando una clasificación de personalidad estándar que también mide algunos aspectos de la personalidad no vinculados estrictamente con conductas narcisistas.
Las conductas coercitivas se midieron mediante una encuesta de 19 preguntas llamada "escala de persistencia a una posterior negativa sexual", que clasifica las tácticas coercitivas mediante el aumento gradual de la agresividad.


Aspectos del estudio a destacar:

1.) En general, se trate de hombres o mujeres, aquellos que tuvieron calificaciones por encima de la media de personalidad narcisista, fueron quienes más admitieron haber utilizado tácticas coercitivas con otras personas con fines sexuales.

2.) Los hombres puntuaron significativamente más alto que las mujeres en niveles de narcisismo y coacción sexual. Sin embargo, al igual que los hombres, las mujeres narcisistas fueron más propensas que otras mujeres a ser agresoras sexuales.

3.) Cuando los hombres cometieron conductas agresivas, a menudo recurrieron a la fuerza física. Las mujeres, en cambio, fueron más propensas a utilizar extorsiones y amenazas, incluso dando a entender que se harían daño a sí mismas.

4.) Algunas mujeres con alto sentido de equidad y bajos niveles de narcisismo, tuvieron algunos patrones de intimidación encubierta.

5.) Aquellas mujeres que puntuaron alto en la encuesta de persistencia posterior a una negativa, también eran más proclives a la manipulación emocional en otros ámbitos (laborales, profesionales, amistades, estudios, etc.).

6.) Tanto en hombres como en mujeres narcisistas se observó que ante una negativa sexual, es frecuente que esta circunstancia les lleve a escalar a situaciones más coercitivas.


Definitivamente, las formas de agresión sexual son diferentes entre hombres y mujeres. Ellas muestran bajos niveles de agresión física, sin embargo, tienden a infligir culpabilidad y utilizar extorsiones. Parece ser que ciertos tipos de agresión no conocen fronteras de género, sobre todo si una de las partes involucradas posee una personalidad narcisista.


Referencia: http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0191886915005061



Las transformaciones de la belleza


Cuenta una antigua leyenda de Oriente Medio, que un día Dios decidió que los seres humanos debían conocer lo bello y lo feo, por tanto, envió a dos mujeres a la tierra, una representaba la belleza y la otra la fealdad.


paisaje bello desierto

La fealdad estaba personificada por una dama en harapos y era una persona de muy malos sentimientos. La belleza, en cambio, estaba vestida con hermosos atuendos y era una persona llena de bondad. Estas dos mujeres comenzaron su viaje juntas, ya que tenían que atravesar el desierto y caminar mucho para llegar a donde hubiese civilización.
Casi al final del viaje se encontraron con un pequeño lago, y como ambas estaban extenuadas decidieron parar para tomar un baño. Las dos se quitaron la ropa y se adentraron en el agua, la belleza nadó hacia el medio del lago, en cambio la fealdad se quedó en la orilla. Tan pronto como la belleza se alejó nadando, la fealdad salió del agua rápido, tomó la ropa de la belleza y huyó. Cuando la belleza volvió a la orilla, se dio cuenta que había sido robada, y que lo único que tenía para ponerse eran los harapos de la fealdad. Así es, cuenta la leyenda, como la belleza y la fealdad llegaron a la civilización: cada una con la ropa de la otra.

Hace un tiempo, después de haber leído esto, me pregunté si esta fábula podría tener algo que ver con que nos cueste tanto definir la palabra "belleza" con precisión. Lo que es una lástima, ya que después de todo, la belleza es una experiencia humana básica en todas las culturas.
En distintas investigaciones, cuando se les pregunta a las personas que definan algo "bello" generalmente hablan del contacto con la naturaleza, de la poesía, de personas, de música, de obras de arte, de lectura, de imágenes hermosas o de una arquitectura agradable. Sin dudas, que junto con otros factores, estos ejemplos son parte de la ecuación.


Las transformaciones de la belleza

Ulric Neisser, conocido como el padre de la psicología cognitiva, cuenta en uno de sus libros que a menudo cuando sus pacientes le comenzaban a hablar de lo mal que iban sus vidas y de lo infelices que eran, él les preguntaba cuales habían sido sus experiencias más intensas con la belleza. Generalmente, al principio, los pacientes quedaban un poco sorprendidos por la pregunta, incluso a muchos se la debía repetir.

Pero sin embargo, cuando comenzaban a hablar de la belleza en sus vidas, casi instantáneamente se comenzaban a notar algunas transformaciones: cambios en el lenguaje corporal, la voz más sosegada, una notoria relajación, aparecía una sonrisa, la respiración se hacía más suave, los ojos más brillantes.
Era una modificación increíble en tan solo unos pocos segundos. Hablaban de la belleza de la naturaleza, del arte, de la belleza interior, de la inteligencia o de la generosidad de las personas, incluso de la belleza que se encuentra en circunstancias banales y cotidianas de la vida.

Infravalorar o ignorar la belleza es un error, ya que es un recurso inmenso que tiene la capacidad de curar el cuerpo y la mente, desarrollar la empatía, estimular la inteligencia, y por si fuera poco, es capaz de hacernos (aunque sea temporalmente) un poco más felices.



Conducir un vehículo nos cambia la percepción de las distancias


Los expertos en comportamiento humano saben desde hace mucho tiempo, que la forma en que las personas percibimos el mundo está fuertemente influenciada por nuestra capacidad física para interactuar en él.


Conducir un vehículo

Por ejemplo, una colina nos parecerá más pronunciada si llevamos una pesada mochila a nuestras espaldas. Las cosas parecen más cercanas cuando nos valemos de un medio que nos permita llegar más lejos.
Tal es la investigación publicada en la revista 'Psychonomic Bulletin' que ha estudiado la forma en que un coche afecta la percepción de las distancias de quienes lo conducen. Sus consecuencias tienen importantes implicaciones en la vida real, por ejemplo, esto podría explicar por qué los conductores, a veces, cometen errores de cálculo.


La investigación

45 personas de ambos sexos de entre 19 y 54 años, participaron en el experimento.
Dichos individuos fueron asignados para calcular distancias en diferentes condiciones. La prueba principal consistió en sentar a un grupo de participantes en una silla, a otro grupo dentro de un vehículo, y a otro grupo sentados en una silla pero detrás de una pantalla de plástico que obstruye la visión de la misma manera que un parabrisas.
Un cono de tráfico se colocó a cinco distancias diferentes: 4 metros, 8 metros, 12 metros, 16 metros y 20 metros, además, un investigador estaba junto al cono para colocar dos conos más.
La tarea de cada participante era dirigir verbalmente al investigador para ubicar, de forma equidistante, sus dos conos a cada lado del cono principal, y la distancia entre estos dos conos debía ser igual a al distancia entre el participante y el cono central. Es decir, que entre el participante y los conos se pueda dibujar una T (ver la imagen).


distancia investigación

Los resultados indicaron que para quienes estaban dentro del vehículo, las distancias fueron muy inferiores de lo que debían ser. La subvaloración en el cálculo de los individuos dentro del coche rondó, en promedio, el 40% entre todas distancias que se estaban evaluando, mientras que el rango de error de los otros participantes estuvo en el 22%. En ambos casos, la subestimación fue mayor para las distancias más grandes.

Otro detalle importante fue que, en una segunda parte del estudio, las personas que realizaron la prueba dentro del vehículo, repitieron el procedimiento después de haber estado conduciendo el coche por unos minutos. El resultado indicó que los errores de cálculo fueron aún peores. En cambio, las personas que hicieron la prueba en la silla, los resultados no se vieron afectados después de caminar unos minutos.


¿Por qué ocurre esto?

Los investigadores creen que podría haber dos razones complementarias por la cual el hecho de conducir un vehículo afecte nuestra percepción de las distancias.
La primera es que cuando estamos en un coche, nuestro potencial para actuar con el mundo mejora, lo que influye en el sistema perceptivo y nos hace creer que las cosas están más cerca.
La segunda es que el coche se integra en nuestro "esquema corporal" (el sentido de que nuestro cuerpo se extiende en el espacio). En este caso, al igual que las herramientas de mano, nuestro sistema perceptivo pasa a juzgar las distancias a partir de la parte delantera del coche, y no a partir de nuestro cuerpo.

Estas derivaciones tienen implicaciones obvias para la seguridad de las personas. Si bien esta predisposición a subestimar las distancias podría ser beneficiosa en algunas circunstancias, por ejemplo, frenar antes en determinadas ocasiones, en otros contextos podría ser más peligroso.
Un claro ejemplo de esto es cuando se juzga la relación tiempo – distancia para pasar cuando la luz de un semáforo cambia a amarilla. Además, el hecho de que diferentes personas (peatones, ciclistas, conductores) tengan diferentes percepciones de las mismas distancias físicas, podría ayudar a explicar como se producen algunos accidentes.


Referencia:
http://link.springer.com/article/10.3758%2Fs13423-015-0954-9



La curva de la felicidad


Pete Townshend, integrante del grupo The Who, escribió en 1965 "espero morir antes que envejecer", esta frase más que un deseo, quizás encierre nuestra incuestionable devoción por la cultura de ser (o sentirse) joven.


felicidad

En mayo de este año Townshend cumplió 70 años, y a lo largo de todo este tiempo seguramente debe haber revisado sus puntos de vista, de cuando tenía 20 años. Es que el proceso de envejecimiento no necesariamente es una metamorfosis hacia la decadencia, en el sentido de nuestras ganas de vivir con alegría. Muy por el contrario, las evidencias sugieren que la felicidad aumenta a medida que nos dirigimos hacia la vejez.

En general, la gente parece comenzar sus vidas con un alto grado de felicidad. Pero a partir de los 18 años, comenzamos lentamente un declive de satisfacción que tiene su punto más bajo alrededor de los 40 años. Una estimación sugiere que desde el fin de la adolescencia y durante los próximos 30 años, el índice de felicidad desciende, en promedio, un 10,5%.

Nuestra felicidad parece hacer una curva en forma de U, ya que cuando nos acercamos a los 50, los niveles de satisfacción despegan de nuevo, y es posible que alrededor de los 60 años estemos en uno de los momentos más felices de nuestra vida. Sin embargo, esta tendencia al alza no continúa indefinidamente, ya que tiende a estancarse en los últimos años de vida. Estamos, por supuesto, hablando de promedios, de estadísticas generales producto de investigaciones científicas.

Incluso este fenómeno no es exclusivo del ser humano, los chimpancés, nuestros primos evolutivos, también padecen esta crisis en la mediana edad. Una investigación realizada por científicos británicos con estos primates, arrojó que en el entorno de los 20 a 30 años sufren un efecto similar (los chimpancés pueden llegar a vivir unos 40 a 50 años). También los grandes simios parecen sufrir estas variaciones.


¿A qué se debe?

Al menos en el caso del ser humano, existen dos teorías, la primera expresa que esta curva es posible simplemente porque las personas felices viven más, eso hace que el promedio de felicidad en la tercera edad sea mayor. Por ejemplo, algunos estudios afirman que las personas con más bajos niveles de felicidad tienden a sufrir más enfermedades al corazón, enfermedades mentales, artritis y enfermedades respiratorias. Por tanto, también es muy probable que la gente feliz tienda a enfermarse menos. Algunas exploraciones de largo plazo aseguran que la felicidad está asociada con una reducción del 30% en el riesgo de muerte.
De hecho, según algunos científicos, si la felicidad no influyera en agregar unos años de vida, la curva en forma de U desaparecería. En cambio, lo que veríamos sería una disminución gradual de la felicidad con la edad.

La segunda teoría es la psicológica. Comenzamos la vida alegres y con grandes expectativas, pero a medida que entramos en la adultez, poco a poco, nos vamos dando cuenta que es poco probable que esos sueños se cumplan (al menos para la mayoría). Ya llegando a los 50, es el momento en que la madurez aporta un nuevo sentido de realismo, es decir, una determinación para disfrutar la vida tal como es, y por lo tanto, se comienza a producir un nuevo aumento en nuestros niveles felicidad.



Comer porciones pequeñas nos causa más satisfacción


Una investigación muestra el comportamiento por el cual las personas somos capaces de ajustar nuestro nivel de saciedad para adaptarnos a diferentes tamaños de porciones de comida.


porción pequeña de comida

¿Le ha sucedido alguna vez de asistir a un restaurante donde se sirven porciones pequeñas de comida, pero que a su vez, dicha comida le pareció muy sabrosa y se sintió satisfecho? Si es así, es posible que le haya ocurrido lo que los científicos llaman comportamiento de degustación.

Un estudio del profesor de la Universidad de Florida, Charles Areni, ha investigado este comportamiento y el resultado es que cuando comemos porciones más pequeñas de lo normal, las consumimos de manera diferente, más despacio y más conscientemente. La consecuencia de esto es que quedamos tan saciados como si hubiésemos comido una porción más grande.


La investigación

Durante el sondeo, se convocó a un grupo de estudiantes de la universidad con el pretexto de que se iba a realizar un estudio sobre consumo de chocolate. A la mitad de los participantes se les mostró una bandeja con porciones de seis diferentes tipos de chocolate, pero después que habían probado las dos primeras porciones, se les dijo que el experimento ya había finalizado.
A la otra mitad de los participantes se les mostró la misma bandeja de seis chocolates, pero se les advirtió que sólo podían degustar dos de ellos.

El resultado marcó que los estudiantes que sabían de antemano que podían consumir sólo dos chocolates, lo hicieron más lentamente que quienes pensaron que iban a comer seis. También prestaron más atención al sabor y la textura de lo que estaban comiendo, y además, reportaron mayores niveles de saciedad.

Más tarde se realizaron pruebas similares con pequeños cambios, por ejemplo, en una de ellas, al segundo grupo sólo se le mostraba dos chocolates en la bandeja. Los resultados con las distintas variaciones no mostraron diferencias importantes.


Debido a que el experimento fue filmado, se pudieron contar las masticaciones de cada individuo. Los estudiantes que sabían que sólo probarían dos chocolates masticaron, en promedio, 11 veces más que el grupo que pensaba que comería seis.

¿Por qué se produce este efecto? Ocurre que las personas compensamos las porciones pequeñas agudizando algunas propiedades sensoriales hacia los alimentos, esto altera nuestra conducta alimentaria, desacelerando la velocidad al comer y aumentando nuestro nivel de saciedad.

Los resultados de la investigación sugieren que el conocimiento de estos comportamientos (enlentecimiento del consumo y mayor degustación de la comida) pueden ser una herramienta útil en la reducción de la cantidad de los alimentos que ingerimos. Ya que también sabemos que junto a esto, se mantienen los beneficios obtenidos de los alimentos en términos de disfrute y de su efecto saciante.


Referencia: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/mar.20798/abstract